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miércoles, 1 de junio de 2011

PORQUÉ LAS CLASES INFERIORES SON RACISTAS Y ODIAN AL BLANCO DECENTE



(¿Odiaba Kunta Kinte al malvado capataz sólo porqué el blanquito era "diferente"?)




La investigación académica proporciona de cuando en cuando un recetario de humor involuntario que ni las mejores comedias de mi admirado Jim Carrey. Vean sino lo que descubrió Johanna Lozoya en un libro sobre la "invención" de la identidad mestiza de México (1). ¿Qué esta es una sociedad xenófoba y violenta? Ciertamente. ¿Qué la sociedad mexicana, fundada en las casas y el malinchismo, vehicula su "intolerancia" mediante un despampantane lenguaje clasista donde todos son nacos, indios, rascuachos, pelados excepto los blancos y los criollos que detentan el poder económico? 


No, pues no. Nada como investigar con beca para descubrir, tal cual hace Johanna Losoya, que "las comunidades asiáticas, libanesas, estadounidenses y europeas han sido marginadas y consideradas otredad y extranjería". Vaya; que la maldad de los pobres y los resentidos "se nota hasta en la manera en que habla y se refiere a otros como los yanquis, los griegos, los indios, los nacos, los gachupines". Mezclando y confundiendo, mi estimada Lozoya olvida el verdadero cimiento racista de este país


En el siglo XX, el único verdadero crimen de odio aplicado a una comunidad extranjera fue en la época de la revolución y tocó a los chinos de Torreón y el norte de México sufrir los asesinatos nada selectivos de la División del Norte y otras tropas insurgentes para quienes esta población asiática, la más pobre de todas las comunidades extranjeras, era lo peor de lo peor: Acusados de traficar con opio y otras prácticas abyectas, los chinos sufrieron lo indecible. Siendo que para el común de los mexicanos eran los amarillos el peldaño inferior de todas las castas, sí sufrieron estos el acoso de las turbas. 


Los gachupines, el mote de los españoles en tierras aztecas, pasaron apuros, expropiaciones y algún asesinato en lugares donde su brutal poder era a todas luces excesivos, desde las haciendas azucareras de Morelos o las grandes propiedades agrarias del norte de México pero nunca hubo, ni cuando las condiciones sociales hacían factible una venganza de clase, tal inquina contra la población de origen ibérico. Desde entonces, sobre ataques racistas a extranjeros  nada hay en México excepto dentro de la calenturienta imaginación de algunos académicos locales.


Las comunidades extranjeras, en especial españoles, libaneses y judíos, son minorías pero como grupos cerrados de poder controlan el engranaje del capitalismo mexicano junto a sus socios políticos mestizos. Por más que les encante descubrirse un poco "victimizados" por el populacho, pues toda burguesía quiere imitar el estilo sionista de usar el holocausto para asesinar y calumniar con patente de corso, la realidad es que no existe en el México del siglo XXI acoso, persecución o marcaje sobre las comunidades de origen extranjero que controlan los resortes de la economía.


Destruido el legado del cardensimo, que creó la idea del mestizaje entre lo indio y lo español, para evitar tanto el malinchismo como la xenofobia, la realidad es que el México neoliberal escenifica el conflicto de clases como un conflicto de castas donde las minorías llegadas de Europa u Oriente Medio son, junto a sus criollos descendientes, reverenciados como el poder sagrado mientras  los indios y los "resentidos sociales" son además de feos y malolientes, gente que odia demasiado.


Si no tenía yo muy claro para que sirve la mirada académica sobre el racismo y las minorías, Johanna Loyoza me lo deja claro. Los inferiores odian a los superiores. Así pues, los negros de Louissiana eran gente malvada que estigmatizaba a sus minoritarios patronos. Los 180.000 mexicanos que controlan en 40 % de la riqueza nacional, la superior casta blanca, son odiados no por el hecho de ser una oligarquía cerrada que destruye la posibilidad de una vida mínimamente igualitaria en México sino por el hecho de ser "diferentes". Es lo que tiene ser posmoderno. La víctima es el verdugo y los burgueses son "esos raros" que debemos amar y respetar porqué son la otredad sagrada. Chapeau Lozoya, ahora entiendo porqué el antirracismo derivó en apología de las clases dominantes !